LOS MAGOS DE OZ
por Enrique Pinti
El poder y la soledad van de la mano por el tortuoso sendero de la historia. No es, sin embargo, la soledad la única compañía del poder, que muchas veces también va de la mano con el abuso, la prepotencia y la debilidad. Tantos “compañeros de ruta” hacen que esa cualidad que los seres humanos podemos alcanzar por nuestros merecimientos y esfuerzos se transforme en un peligro social. El poder no desdeña, sino que privilegia la autoridad, porque sin ese atributo no será más que una farsa. Los veteranos y los no tanto (pues se trata de un film repuesto hasta el cansancio) recordamos aquel Mago de Oz que, con su voz de trueno, ejercía una dictadura en la Ciudad Esmeralda. Sus habitantes, coloridos enanos, brujas perversas con siniestros ejércitos, leones cobardes, espantapájaros apolillados, hombres de lata y hadas buenas bajando del cielo dentro de rosadas pompas de jabón, tenían tarde o temprano que someterse o, al menos, luchar contra las iras del mago de voz atronadora. Pero Dorothy, una niña campesina que sigue al arco iris con su perrito a cuestas, descubre, un poco por casualidad, que el tal tirano es sólo un viejito insignificante oculto tras un gran biombo, que habla por un micrófono de gran amplificación y está rodeado de trucos de magia con explosiones y grandes nubes de humo de mucho efecto y nula peligrosidad real. Así, a veces, el poder grita, truena y amedrenta valiéndose de trucos que, al descubrirse, se convierten en un bumerán fatal. Y esto es válido no sólo para los que han arribado a la cumbre del poder político de turno por las buenas o las malas, sino también para las oposiciones sin sustento real, que viven anunciando apocalipsis muchas veces exagerados. Es que el poder del fuerte lucha eternamente contra el poder del débil, y los roles se intercambian muy velozmente haciendo que la masa popular oscile permanentemente en el apoyo de unos y de otros con fanatismos dignos de mejor causa. No debemos caer en las trampas de los que ostentan el poder. Nuestro trabajo mayor es mantener la cabeza fría y el corazón caliente para aplicar el sentido común. Es normal, y así lo ha sido siempre, que las fuerzas enfrentadas (generalmente por el poderoso caballero Don Dinero) nos tomen como rehenes declamando enfáticamente sus diferencias abismales; abismales hasta que, por algún designio intangible para nosotros (el pueblo) las cosas se arreglan, los malos pasan a ser buenos y los que eran malos se amigan con los buenos del poder que dejaron de ser malos, tratados comerciales mediante. ¡Es tan difícil mantener la cabeza fría ante tanto laberinto de pasiones! Es tan arduo el trabajo del día a día luchando con inconvenientes, problemas de salud, relaciones familiares y/o sentimentales, conflictos laborales, enfrentamientos generacionales, incremento de precios, desequilibrios financieros y personales, y mil y una delicias que muchas veces, ante situaciones de crisis, no podemos decidir ecuánimemente de qué lado estamos.
El poder avasalla, la oposición al poder contraataca, y mientras unos y otros se insultan, ningunean, generalizan, agreden, debilitan y recelan, el pueblo testigo es obligado a optar en caliente siguiendo la parafernalia mejor desarrollada (pero parafernalia al fin), que casi nunca muestra la realidad objetiva, ensombrecida siempre por el poderoso caballero Don Dinero, que es tan sutilmente depravado como para ponerse hábitos de monje trapense o payador perseguido con tal de lograr sus fines.
Cuidémonos del poder y que el poder se cuide de nosotros. Y eso sí: recordemos siempre que los magos de Oz no suelen ser tan fieros como ellos mismos se pintan.
El poder avasalla, la oposición al poder contraataca, y mientras unos y otros se insultan, ningunean, generalizan, agreden, debilitan y recelan, el pueblo testigo es obligado a optar en caliente siguiendo la parafernalia mejor desarrollada (pero parafernalia al fin), que casi nunca muestra la realidad objetiva, ensombrecida siempre por el poderoso caballero Don Dinero, que es tan sutilmente depravado como para ponerse hábitos de monje trapense o payador perseguido con tal de lograr sus fines.
Cuidémonos del poder y que el poder se cuide de nosotros. Y eso sí: recordemos siempre que los magos de Oz no suelen ser tan fieros como ellos mismos se pintan.