jueves, febrero 28, 2008

SI NO ESTAS EN LA TV...NO EXISTIS

Seleccionan actores y actrices bonaerenses (*)
El Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires ha informado que llama a selección por antecedentes y oposición a actores y actrices bonaerenses (entre 30 y 65 años) para completar los elencos de las producciones 2008 de la “Comedia de la Provincia de Buenos Aires”.
La inscripción se realizará hasta el jueves 6 de marzo, de lunes a viernes en el horario de 10 a 16 horas, en el Departamento Artístico de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, calle 53 entre 9 y 10, Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino. Las audiciones se realizarán los días 11, 12 y 13 de marzo en horario y lugar a designar.

Nena: Doña Roooosaaaa!!! ¡Qué alegría verla! tanto tiempo!!!


Doña Rosa: Nena te estaba extrañando. Volví el domingo de las vacaciones. Nos fuimos con el Club de Jubilados a Mar Chiquita.


Nena: ¡Qué bueno! se la ve bronceadita y con pila.


Doña Rosa: Sí, recién volvimos con Cuqui y la Yoli de La Plata, nos fuimos a anotar para la selección de actores y actrices que hace el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires para los elencos 2008 de la "Comedia de la Provincia de Buenos Aires".


Nena: Buenísimo. Ahí va a poder revivir la actriz que lleva dentro, socializar, conocer gente. Interesante.


Doña Rosa:... Y ganar plata nena.


Nena: ¿qué le pagan para motivarlos a ir?


Doña Rosa: No, no. Lo que pasa es que nos prepararán para que despues actuemos de extras en los actos políticos, porque como la gente está tan descreída de ellos a menos que a uno le paguen no va ni el loro. A ver....dejame buscar en esta ratonera el Programa.


Nena: Realmente esa cartera es un desastre!!!

Doña Rosa: Acá está ...mirá el Programa



PROGRAMA

"Comedia de la Provincia de Buenos Aires"

Primer Cuatrimestre - Año 2008


Módulo 1:

Cómo poner cara de "me re interesa lo que este señor está diciendo"

3 clases presenciales y prácticas frente al espejo del baño.

Módulo 2:

Cómo aplaudir con pasión alguna gansada que no le interesa más que al orador

2 clases presenciales y prácticas en las clases de regatteon del Club de Jubilados con música de Dady Yanky.

Módulo 3:

Cómo actuar como una patotera cuando la situación lo requiera

2 clases presenciales y prácticas en el tren línea Sarmiento de las 7 de la mañana



(*) Quillén Producciones

miércoles, febrero 13, 2008

ORACION MATUTINA

Señor en este día ilumina mi camino...

eso sí, con lamparitas bajo consumo
FOTO: Museo de Arte de Tigre www.168horas.com.ar

domingo, febrero 03, 2008

LA ENAJENANTE PROMOCION DEL RUIDO (*)
La polución sonora denuncia, donde reina, una perversa distorsión de la vida en común y Buenos Aires, hay que saberlo, figura entre las metrópolis más ruidosas del planeta. Señalaba LA NACION en uno de sus editoriales recientes que "probablemente sea difícil convencer a nuestros jóvenes" de los riesgos auditivos que corren, expuestos como están al estruendo musical. Esa dificultad resulta de un hecho decisivo que ese mismo editorial recordó: "La sociedad argentina suele vivir en ambientes donde la estridencia manda, porque gritar rinde más beneficios que sentarse a dialogar." De hecho, así es. Del griterío son oficiantes, en nuestra ciudad, desde los animadores más populares de la radio y la televisión hasta los devotos del teléfono celular, propensos a evacuar sus necesidades elocutivas, sin la menor discreción, en los espacios públicos. El coro patético de los vociferadores se hace oír asimismo en cafés y en restaurantes. Se grita en el Parlamento casi tanto como en las canchas. Aturden los motores en las calles y avenidas, y toda la ciudad, inmersa en ese desenfreno acústico, se convierte en un inmenso basural sonoro. ¿Qué otra cosa podrían hacer nuestros adolescentes, dependientes como son por más libres que se crean, en un escenario social que los alienta a cultivar la promoción de la sordera como un estilo de vida más que recomendable? No obstante, lo que hoy quiero no es describir lo que ya conocemos y, conscientemente o no, padecemos todos por igual, sino explorar el valor sintomático que reviste este fenómeno. El nos habla a las claras, por una parte, del fracaso, también en este orden, del Estado; un orden que se inscribe en el campo de los derechos cívicos y del resguardo de la salud pública. Por otra, nos remite a una notable merma de la educación ciudadana a la que, no casualmente, solía designarse con el término urbanidad. Ello para no hablar del deterioro que sufre la adultez como valor y como deber: padres que predican con el mal ejemplo, maestros que se prefieren cómplices a educadores. En suma: una comunidad que vive inmersa, con egoísmo y extraño deleite, en el pantano que debería ayudar a secar en vez de afianzarlo con su insensibilidad. La promoción del ruido implica enajenación, ceguera ante la magnitud del mal que también destruye a quienes se creen invulnerables a sus efectos. Se trata de una adicción y debe ser combatida. Esta siniestra afición al estruendo ya arrancó al siglo XIX más de una reflexión dolida y, entre ellas, la de Arturo Schopenhauer: "Hace mucho me convencí de que la capacidad que un hombre tiene de soportar el ruido está en razón inversa a su inteligencia." La proliferación del estruendo, que aísla y aparta, sólo puede prosperar donde los demás importan cada vez menos y donde tampoco uno importa como sujeto capaz de ejercer la crítica y la autocrítica. Esta creciente agonía de la lucidez y el sentido común promueve un simulacro de convivencia donde lo multitudinario pasa a ser sinónimo exclusivo de cercanía y comunicación. La polución sonora constituye, en fin, junto con la congestión urbana y el deterioro climático, una de las patologías sociales más graves del presente. Señala, con su creciente persistencia, un hondo extravío espiritual que desmiente la jactancia de quienes se ufanan de vivir en una época que ha derrotado la barbarie mediante el desarrollo. Habrá que ser moderados y deponer ese triunfalismo hueco si se quiere acertar en la búsqueda de las soluciones indispensables. Y ello, necesariamente, significa aprender a escuchar lo que nos pasa.
(*) Santiago Kovadloff