Mientras el Gobierno se enreda en la teoría del complot evita ver lo simple: el público quemó el vagón. Gente que dijo basta.JORGE LANATA
Ahora empiezan las teorías: opinan los sociólogos, los especialistas en transporte, los técnicos, los políticos del Gobierno y la oposición, los interpretadores. Este diario no es la excepción a esa regla que intenta encontrar alguna definición que tranquilice. Esta mañana incendiaron un tren en Castelar. Tiene que haber una explicación: fue el terrorismo, fue el Partido Obrero, fue Quebracho, fue la CIA, fue Bin Laden. A menos que decidamos acostumbrarnos a que alguien, cada tanto, incendie los vagones y el hecho deje de ser noticia. Así es en Francia con los automóviles incendiados en los barrios tercermundistas de los alrededores de París. Cada año los franceses asisten, impávidos, al incendio de unos 300 coches. Pero el tema recién llegó a los diarios hace dos, cuando incendiaron mas de mil. Mientras el Gobierno se enreda en la teoría del complot evita ver lo simple: fue el público quien quemó el vagón. Fueron los pasajeros quienes tiraron piedras contra la estación, quienes forzaron la salida de los vagones frente a un cortocircuito que terminó en una creciente nube de humo. ¿Por qué lo hicieron? –se persignan los funcionarios. ¿Buscan la Patria Socialista? ¿Creen que toda propiedad es robo? ¿Quieren desestabilizar a Cristina? ¿Están contra el tren bala? Es mucho más simple: quieren viajar como personas. Y, ya que estamos, quieren vivir como personas, y trabajar como personas. Viajan un día, y otro, y otro, y otro más como sardinas en una lata aplastada, expuestos a los carteristas y a las tocadas de culo, con el frío que te hace un tajo en la cara al lado de la ventana y el convoy que se atrasa, que queda detenido en medio de la nada, sin nadie que explique alguna cosa, sentados en el incómodo sillón de un tren de mierda. Viajan un día, y otro, y otro, y otro más sin saber nunca a qué hora llegan, ni a qué hora salen, ni si llegarán o podrán salir. Viajan en trenes que, estatales, perdían un millón de dólares por día y que ahora, privados, pierden un millón de dólares por día (del Estado). TBA, la propietaria del tren que ardió en llamas, recibirá 140 millones de pesos este año en concepto de subsidio. Los que quemaron el tren son los que pierden todos los días para que otros ganen. Después llegaron los activistas y después los chorros. Cómo no iban a llegar si era esa tierra de nadie. La policía, como siempre, llegó al final. ¿Quién quemó, entonces, el tren en Castelar? Gente que dijo basta. Personas cuya paciencia está por colmar el vaso: usuarios estafados, pibes que iban al colegio o a la facultad o al laburo, desocupados a la pesca, vecinos, gente cansada de que le falten el respeto.
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