lunes, marzo 26, 2012

QUE INGRATO ES SER INGRATO







INGRATITUD
Por Enrique Pinti

De todas las cosas desagradables que los seres humanos tenemos que sufrir, una de las más amargas es la ingratitud. Esa terrible mezcla de olvido y maldad, con toques de frivolidad y egoísmo, es un muy mal trago que cuesta procesar. Amigos del alma, familiares más o menos lejanos y muchas veces hijos, padres y cónyuges perpetran ese acto tan censurable. Y no es que uno crea que por el hecho de haber parido, criado, mantenido y educado a un hijo el susodicho pase a ser propiedad del que lo trajo al mundo, ni que hacer favores por amor habilite al que lo hizo a esperar eterno agradecimiento expresado verbalmente todos los días. Nada de eso. Es obligación de padres proteger y educar, y de hijos, honrar, querer y -llegado el caso- velar por la salud de los que un día lo cuidaron. Y cuando uno ayuda a un amigo lo hace de corazón y no espera ninguna devolución material. No obstante, la gratitud debe estar siempre presente y uno debe recordar a la hora de discusiones y enfrentamientos coyunturales todo lo bueno que esos con los que hoy discutimos y polemizamos han hecho por nosotros. La gratitud y la buena memoria ponen en la balanza lo positivo y lo negativo, y sólo algo muy fuerte e irreparable puede inclinar los platillos para el lado malo. Los seres humanos estamos sujetos a cambios debidos a experiencias terribles que pueden golpearnos y hacer tambalear o directamente destruir sistemas de valores que hasta esos sucesos parecían firmes y eternos. Por eso no debe extrañarnos que muchas veces los que creíamos amigos de hierro nos hacen cosas que no entran en nuestra cabeza y nos hacen pensar que el mundo fue y será una porquería. No hay que desesperarse y mucho menos dejar de lado nuestros valores porque alguien que considerábamos hermano del alma nos decepcione. A veces esas ovejas descarriadas vuelven sinceramente arrepentidas y si uno es verdaderamente amplio y de mente abierta en homenaje a las cosas buenas del pasado podrá pasar página e intentar una recomposición. Ya no será lo mismo y en alguna recóndita partecita del corazón habrá una quebradura dolorosa, pero vale la pena intentar otra vez.

En otros casos es imposible la vuelta atrás y también es respetable la reacción contraria pero este vejete nunca creyó demasiado en frases como: para mí se murió. La gente a veces no muere ni siquiera en el cajón y sigue viva en el recuerdo para bien o para mal. De todas maneras lo que es injustificable es el desagradecimiento. Ninguno de nosotros se ha hecho solo y sin ninguna ayuda. Padres, familia, maestros, amigos han marcado nuestra senda. E incluso los enemigos con sus piedras en el camino, sus desprecios y ninguneos han excitado en nosotros la rebeldía y la bronca necesarias para obligarnos a demostrar nuestros valores negados por ellos. No digo que debamos hacerles un monumento pero a final del camino seremos honestos al reconocer que si no hubiera sido por sus juicios negativos quizás no habríamos llegado tan triunfantes a nuestras metas.

Todos dependemos de todos, por eso el egocentrismo exagerado de creerse único y excepcional conduce inevitablemente a la soledad, prima hermana del peor fracaso que es el fracaso interior.

Aquellos que nos enseñaron a leer y escribir, los que nos dijeron cosas que no entendimos bien en su momento, pero que después nos ayudaron a comprender el mundo, aquellos otros que con sus equivocaciones nos mostraron sin quererlo los caminos que no debíamos recorrer, los que nos prestaron atención y nos consolaron en nuestros pesares, los que compartieron nuestras alegrías, los que cocinaron para nosotros y los que desde nuestro recuerdo siguen siendo ejemplos y faros en la oscuridad merecen nuestro agradecimiento y no importa donde estén siempre serán nuestros referentes.

Agradecer, verbo a veces olvidado junto con respetar, comprender ó ayudar, debería ser conjugado diariamente. Sería una buena manera de pasar por esta vida tan larga y tan corta, tan loca y tan cuerda, tan difícil y tan maravillosa..


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