martes, mayo 15, 2007

ESTA NOTA NO TIENE DESPERDICIO...



¿NACE UNA NUEVA GENERACION POLITICA?
Ocupan lugares clave de la función pública y, desde allí, establecen lazos de acción común en torno a valores compartidos más allá de los sellos partidarios. Quiénes son los protagonistas.


Por Laura Di Marco

Se criaron políticamente en democracia, y éste es un dato fundamental. Tres décadas ininterrumpidas de continuidad institucional, como nunca antes había sucedido durante el siglo XX en la Argentina, los aleja de la lógica amigo-enemigo que mandaba en los años de fuego. Tal vez los valores que los unen podrían verse como menos ambiciosos en comparación con las utopías de otras épocas, pero, para ellos, darle contenido a la democracia y fortalecer la institucionalidad hoy es suficiente punto de encuentro. ¿Podría decirse que esta camada de políticos que rondan los 40 años, que votaron por primera vez en 1983 y que ahora están en lugares relevantes del ámbito institucional está construyendo -con su voluntad de diálogo y de acción conjunta- otra transversalidad, que no tiene nada que ver con la que promueve el kirchnerismo? Sergio Bergman, Gabriela Michetti, Florencia Polimeni, Mariano Narodowski, Carlos Raimundi, Santiago Montoya, Daniel Rafecas, Manuel Garrido, Eugenio Burzaco, Diego Gorgal, Paula Bertol, Juan Manuel Olmos, Adrián Pérez, Esteban Bullrich, Fabiana Ríos, Martín Lousteau y Martín Sabatella son algunos de los dirigentes que podrían ser considerados como parte de una nueva cultura cívica. En diálogo con LA NACION, discutieron puntos de vista y explicaron qué hay de nuevo en su forma de hacer política. "En los setenta se buscaba la liberación con violencia pero sin ley. Nuestra generación, en cambio, busca lo mismo pero con ley y sin violencia", resume el diputado del ARI Adrián Pérez (35), que armó una eficaz pareja política con el legislador de PRO Esteban Bullrich (37) como denunciantes asociados del caso Skanska: una dupla de centroizquierda y centroderecha, si lo miramos desde las categorías tradicionales, que hubiera resultado improbable hace diez o quince años atrás y cuyo resultado hoy pone en problemas al Gobierno nacional, sospechado de un hecho corrupción en la administración pública. Pérez explica el vínculo: "Con Esteban pensamos y votamos muy distinto en el Congreso, sobre todo en temas económicos. No queremos estar en el mismo partido; sin embargo, hay muchos temas en los que podemos trabajar en conjunto". Bullrich tampoco cree que tengan que estar en el mismo partido. "Pero sí creo que podemos conversar mucho más fácilmente que los políticos que tienen 50 años o más. Todos votamos desde los 18 años y esto es algo que no le ha sucedido a otras generaciones; tenemos la democracia internalizada de una manera diferente y por eso tenemos una oportunidad enorme para cambiar las cosas". Para poder dialogar y habilitar el verdadero pluralismo -agrega Pérez- tiene que haber un umbral de categorías previas en las conductas. Las enumera: no trampear, no mentir y no usar al otro. Si no existe ese umbral, concluye, poco importa ser progresista o de derecha. Justamente, Pérez y Bullrich , que ya se conocían de la Cámara de Diputados, forjaron una amistad política recién cuando se encontraron en el marco de las reuniones que organiza la Red de Acción Política (RAP), en las que también participaron Gabriela Michetti, la compañera de Macri para las próximas elecciones en Capital, y Fabiana Ríos, diputada nacional del ARI. El presidente de RAP, el empresario Alan Clutterbuck, de 46 años, pertenece a la misma generación que ellos, pero, en lugar de volcarse a la política, creó esta organización cuyo objetivo es fortalecer la clase dirigente, movido tanto por el rechazo de la violencia de los años 70, que en lo personal le costó la pérdida de su padre -secuestrado en 1988 por "gente que había participado del Proceso"-, como por la crisis de 2001, cuando, según dijo, "terminó de destruirse el tejido social". Construir la confianza Pese a su fama de duro, Santiago Montoya es otro de los que apuestan por el encuentro y el diálogo. La construcción de la confianza, dice, es un paso imprescindible para la construcción democrática: "El diálogo es una condición necesaria para que se habiliten espacios de entendimiento y para la construcción de políticas de Estado. Hace poco, en una reunión de políticos en Harvard, tuve la oportunidad de encontrarme con Carlos Raimundi, Adrián Pérez y López Murphy, y me di cuenta de cuánto nos sirve conocernos y poder hablar, buscar puntos en común, aunque mantengamos nuestras diferencias". Aún más. También se encontró con Gustavo Grobocopatel y asegura haberse llevado una muy buena impresión: "Así como los empresarios me ven a mí y se atajan, yo también, en esta función, me había olvidado quizás de que también hay empresarios que pueden ser mejores". Ministro de Gobierno de Jorge Telerman, Diego Gorgal, con sus 30 años, es un claro exponente del perfil de esta generación. Es de los que creen que hay en marcha una redefinición de las ideologías: "Durante todo el siglo XX, una ideología te explicaba todo, por eso se las llamaba religiones seculares, pero hoy ya no es así. Nuestra generación está más abierta a la búsqueda de la verdad por encima del dogma, y no cree en ser amigos, más allá de las cualidades morales, sólo porque compartimos el dogma. Nos convocan cosas concretas; evidentemente, a Esteban y a Adrián los convoca el valor de la transparencia en la administración pública, sin por eso renunciar a sus identidades partidarias", agrega. El politicólogo de la Universidad Di Tella, Sergio Beresztein, define con claridad las características del nuevo escenario: "El actual Gobierno y Néstor Kirchner, básicamente, encarnan la política residual de los setenta, que consiste en la acumulación de poder a cualquier costo; lo que asoma en la generación que hoy ronda los 40 años es una concepción más ligada a la política como construcción y no como un acuerdo de suma cero". En rigor, lo que no creen muchos de estos nuevos protagonistas es que el esquema -setentista por excelencia- de amigo-enemigo los lleve a otro lugar que no sea, precisamente, la política de suma cero, como la llama Beresztein. Una ecuación que, traducida en el lenguaje del poder, resulta así: "todo para mí; nada para vos". O, en su versión más popular: "para los ´amigos , todo; y a los ´enemigos , ni justicia". El politicólogo y decano de la Universidad de San Martín, Marcelo Cavarozzi, recomienda no anclarse en los setenta y lanza: "Antes de los setenta, ¿quién favorecía el diálogo? La política de confrontación venía desde mucho antes. El peronismo, incluido Kirchner, que es un peronista puro, siempre ha mirado contradictoriamente el valor del consenso y la cultura de la conversación". Cavarozzi advierte, sin embargo, que para que exista una nueva política debe haber algo más que acuerdos en torno a valores procedimentales, como él llama al valor ético, por ejemplo. "La necesidad de generar consenso es parte de la ideología; sin embargo, no es suficiente: tienen que generarse otros valores compartidos para ofrecer a la sociedad como opciones". En el encuentro con LA NACION muchos de los protagonistas del recambio definieron, de distintos modos, los paradigmas del poder según las distintas generaciones. Así, para Florencia Polimeni (33), la cosa es, más o menos así: "A los de la generación de los setenta, los mataron; a la de los ochenta, los quebraron y a la de los noventa, los compraron. Hoy tenemos que apuntar a una economía de expectativas e ir paso a paso y defender cosas muy concretas", recomienda. En el mismo sentido, el diputado nacional Carlos Raimundi (49), que por fecha de nacimiento, como él mismo dice, oficia más bien de "puente" generacional, mirando entre los setenta y la actualidad, comparte los nuevos códigos políticos en juego. "En los setenta creían que podían todo; en los ochenta, creían que no podían nada y hoy somos más realistas, creemos que algunas cosas se pueden hacer." En la Justicia también despuntan cambios en el mismo sentido, y con sello generacional. El juez Daniel Rafecas (40), que lleva adelante la causa del Primer Cuerpo del Ejército, con 60 militares detenidos, forma parte de una generación nueva de jueces federales que, según explica, creen en agruparse en torno al valor de la institucionalidad y en la verdad por encima de la ideología. "No pertenecer a los setenta también nos permite mirar y juzgar con más objetividad lo que pasó entonces", apunta. En el mismo sentido, el fiscal Manuel Garrido (42), que denunció recientemente las irregularidades en los contratos con Aeropuertos 2000, también le da crédito a la cuestión generacional como factor de cambio en la Justicia. "Nadie en esta nueva generación de jueces y fiscales discute el valor de la democracia, los derechos humanos, la ética pública. Estos valores son defendidos por gente de muy distinta extracción ideológica. Y eso a su vez lleva a una democracia más deliberativa". Claro que ser joven no es garantía de cambio, ni de encarnar valores nuevos o necesariamente mejores. Nada de eso, alertan, casi sin excepción, todos los que opinan aquí. "Hay muchos jóvenes que siguen pensando y actuando como si la política fuera un medio para hacer buenos negocios y, en este sentido, no se diferencian en nada de la vieja corporación", alertan, palabras más o menos, los políticos e intelectuales que reflexionaron en esta discusión abierta. ¿Qué hay de nuevo, viejo? "Yo ya no pertenezco a ningún ´ismo ; me considero vivo y enterrado. Yo puse las canciones en tu walkman; el tiempo a mí me puso en otro lado", cantaba, desalentado, en los noventa, aunque en clave generacional de los ochenta -la generación a la que pertenece-, el rosarino Fito Páez (44). "En tiempos donde nadie escucha a nadie; en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos Habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado; habrá que declararse un inocente o habrá que ser abyecto y desalmado ", se quejaba en "Al Lado del Camino", una canción que marca, al mismo tiempo, el individualismo y las dificultades de compromiso con lo público de la generación que, aunque no vivió los setenta, absorbió los efectos de la dictadura: el miedo a participar. "Crecimos con la idea de que comprometerse era algo peligroso; hoy tenemos que invertir ese esquema mental porque lo peligroso es lo contrario", destaca el rabino Bergman (44), que defiende la unión de los políticos, en torno a valores compartidos, para potenciar el cambio. Pero, ¿alcanza haber escuchado juntos a Fito Páez y a Los Redondos? Argentinos al fin, el escepticismo manda y, sobre todo, pregunta: ¿qué efectos concretos pueden tener estas asociaciones transversales, con sabor generacional? ¿No se trata de la ´derecha antipolítica , que descree de las ideologías, como dicen algunos? En todo caso, ¿en qué se diferencia este recambio de otras camadas de políticos jóvenes, que también parecieron encarnar valores nuevos, como ocurrió con Federico Storani o José Luis Manzano, en los ochenta, o los sushi Darío Lopérfido y Cecilia Felgueras, en los noventa? "Claro que hay un riesgo muy fuerte de eso; de quedar atrapados en la lógica de la estructura partidaria y las limitaciones de la política real, pero lo estamos intentando", dice Narodowski, hoy uno de los pedagogos más prestigiosos del país, que fue maestro en Villa Lugano, tuvo un pasado en la Federación Juvenil Comunista (aunque en la temprana secundaria, le gusta aclarar) y actualmente se considera un "igualitarista radicalizado". Y está al tope de lista de legisladores porteños con Macri. La biografía política de Narodwski parece ser la expresión misma de esta transversalidad en los hechos. "La crisis de la Alianza y el 2001 han generado una horizontalidad mucho mayor y una conexión de puntos en común que antes no estaban presentes. Mi decepción con Chacho hizo que buscara espacios menos dogmáticos y menos autoritarios". En coincidencia con muchos de los entrevistados, Narodowski (45) subraya que la nueva generación se destaca también por la valoración del conocimiento y la innovación en contraposición con el amateurismo que dominó a la política durante décadas. Pero, ¿cuál es el resultado concreto de que alguien que se define como un "igualitarista radicalizado" se acerque a Macri?, se preguntan aquellos que definen estas asociaciones como propias de la "derecha antipolítica". "El efecto concreto es la ley de blanqueo salarial de los docentes en la Legislatura que, cuando la impulsaba solita Vilma Ripoll (legisladora de izquierda) en el parlamento porteño, no pasaba nada y salió finalmente con nuestro apoyo. Lo mismo con la Ley Federal de Educación, que tanto ARI como PRO queríamos incluir el ingreso universal por hijo, pero el kirchnerismo no estuvo de acuerdo. Entonces, ¿quién es de izquierda y quién es de derecha?". Si hablamos de efectos concretos y de la reconfiguración de izquierdas y derechas, la historia que cuenta la macrista Gabriela Michetti ilustra bien este punto: "Cuando yo asumí como jefa del macrismo en la Legislatura, en 2004, me reuní con Aníbal Ibarra y los miembros de su gabinete y les dije que venía a hacer una oposición constructiva y a negociar con las leyes de cara a la sociedad. Pero ellos jamás me llamaron; Ibarra nunca dialogó con la oposición y prefirió negociar con la vieja corporación usando la misma lógica oscura del toma y daca. Seguramente, no dialogaba conmigo porque no se quería reunir con el monstruo de la derecha", ironiza. Paradójicamente, uno de los más nítidos exponentes de la nueva política, el intendente de Morón, Martín Sabatella, no sólo está en contra de la transversalidad entendida sólo como coincidencia de valores sino que sostiene que el hecho de que gente que piense parecido esté en distintos espacios "es una expresión de la degradación de la política, no de otra forma de reconstrucción". La postura de Sabatella podría resumirse así: "No en pos de buenas ideas voy a estar con corruptos, por eso no pertenezco al Frente para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires, pero tampoco en pos de buenas prácticas voy estar con Patricia Bullrich o Enrique Olivera". Claro que ninguno de los protagonistas consultados se atreve a afirmar de manera taxativa que exista una nueva política. La pregunta está abierta. Pero sin duda vale la pena explorar este espacio que parece abrirse como una promesa y ver si, después de tres décadas de democracia ininterrumpida, tras el derrumbe institucional de 2001 y el quiebre de los partidos tradicionales que trajo aparejado, la generación de recambio de poder en la Argentina realmente propone algo nuevo, menos atado a los dogmas y las mezquindades de la política partidaria, o si representará más de lo mismo. Si al escepticismo generalizado lo sucederá un sentimiento compartido de esperanza. Sólo el tiempo develará estas incógnitas.



FUENTE: DIARIO LA NACION, SUPLEMENTO ENFOQUES 13-05-2007

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